De Italia dijo Helena Attllee que es el Pais donde florece el limonero, en referencia a la profusa y bella costumbre de atesorar cítricos usándolos de mil maneras. Pomelos, cedros, bergamotas o limones proponen aquí aromáticas destrezas en el arte de su cultivo y aprovechamiento. Fragantes, perfumados, olorosos frutos orientales que, en el Sur de Europa, encontraron un lugar para quedarse adornando huertas y jardines de los países mediterráneos. Otro escritor, el barcelonés Luis Goytisolo propuso una definición muy acertada de Italia: el fiel de la balanza, por su central posición equilibrando el Mare Nostrum. Equilibrio, armonía, sosiego y calma definen la esencia de un jardín. Y es a los jardines a los que vamos a mirar en nuevos viajes que están por venir, para encontrar eso que sin saberlo se anhela: una pizca de belleza. Si de belleza se trata, ¡qué mejor país que Italia!... La refinada práctica de ornamentar el paisaje, los vergeles, los palacios y las villas, compone una sinfonía inimitable en el fiel de la balanza. En la peculiar geografía itálica son incontables los magníficos jardines que hermosean sus ciudades, sus palacios y campiñas. Es difícil escoger entre tamaña abundancia, ¡tantos son aquí los oasis de hermosura incomparable! De entre las infinitas alternativas, hemos distinguido cinco regiones de Italia que, por distintos motivos, nutren nuestro afán de perseguir el encanto. La opulencia y la esplendidez de sus jardines, la noble situación de los espacios, la belleza de las ciudades o el hechizo del paisaje en que se encuentran, son un sobrado aliciente para escogerlos. Cinco propuestas de viaje que presentamos ahora y que se irán desgranando poco a poco para abrir el apetito de primores y hermosuras. LIGURIA, RIVIERA DE LAS FLORES La Riviera de las flores, en la región de Liguria, fascina con su perfecta mixtura de mar y colores. Asomada al azul mediterráneo, esta angosta tierra es uno de los más afamados centros florales de Europa. Las flores, aquí, protagonizan ferias, mercados y carnavales; diseñan veredas y adornan villas barrocas y modernistas. Giardini Hanbury, en Ventimiglia; Giardino Pallanca, en Bordighera; Villa Grock, en Imperia; la fastuosa Villa Palavicini de Pegli, en Génova, o la celebración de San Remo in Fiore, serán algunos hitos de este viaje íntimo y evocador. JARDINES DE PIAMONTE A orillas del Lago Maggiore, en el conmovedor Piamonte, florecen, tal vez, los jardines más sorprendentes de Italia. Su hermano menor-el Lago de Orta- añade el estupor de una tradición reconocida por la Unesco por original y única: los llamados Sacri Monti que, en esos lares norteños, adquieren la categoría de obra de arte. Las Borromeas Isola Madre e Isola Bella, los jardines medievales de Angera o las exuberantes villas de las aristocráticas Stressa y Verbania, son otras de las maravillas que nos depara este viaje. Y siempre, como telón de fondo, los perfiles pétreos de las montañas más altas: Los Alpes. Agua, rocas, suntuosas mansiones, jardines a orillas de lagos, castillos y sacromontes componen el lienzo de este viaje piamontés. JARDINES VÉNETOS Hablamos ahora de la Italia norteña, tal vez la más hermosa de las Italias, la más conmovedora e inagotable experiencia de arte y de paisaje que se abre a nuestros sentidos, ajena al tiempo, inmune al tropel de visitantes que la inundan con el pretexto de comprender lo inexplicable: su confusa esencia. No es sencillo atrapar el alma de esta tierra. Hay que disfrutar sin más, porque estamos en el Véneto, una de las regiones más bellas del país, que se exhibe como un lienzo expuesto a nuestra mirada; una pintura que se deja tocar, que exige contacto, roce, pero también inteligencia y sensibilidad para descifrar su recóndita intimidad. Verona dibuja a las orillas del río Adigio una fiesta de plazas, castillos, vestigios romanos e iglesias románicas. Es una ciudad maravillosa. Desde aquí es fácil el acceso a los jardines del Lago de Garda, al Orto Botanico de Padua, el más antiguo del mundo, a la singular Sirmione, con la Grotta di Catulo asomada al lago o a la medieval villa de Borghetto, donde el sonido del agua de sus numerosos molinos anuncia la cercanía del más extenso jardín de Italia: el Parco Sigurtà. JARDINES FLORENTINOS Y ¿qué decir de Toscana? El viaje que proponemos despide aromas del mejor Renacimiento. Los jardines florentinos dan fe del refinamiento italiano, de la sabiduría hecha de tiempo y de genial intuición, de estudio y dedicación para conseguir lo bello. Florencia se presenta por sí misma, no admite una descripción lógica, porque se sabe reina indiscutible de la belleza. La ciudad renacentista por antonomasia acoge grandes muestras del jardín all'italiana. Los jardines de Bardini, los de Boboli en el Palacio Pitti o los recoletos vergeles de Fiesole, donde meditó Camus y dejó su existencial pensamiento, son buena prueba de ello. A poca distancia, la Villa Demidoff, en el Parco Mediceo de Pratolino, la Villa della Petraia, el Museo y el parque Stitbert o la Villa Garzoni en Collodi, entre otras sorpresas, adornarán este viaje que, más que viaje, es un sueño. JARDINES DE LA TUSCIA VITERBESE Terminamos en el Lazio y en el verde corazón de Italia: Umbria. Este viaje supone un tránsito hacia lugares misteriosos, casi místicos. Viterbo, ciudad donde se celebra una de las manifestaciones florales más espectaculares de Italia -San Pellegrino in fiore- será la base de nuestras pesquisas en pos de la extrañeza, del enigma, de la sublime intimidad. Porque esta franja central de Italia propone bellezas irrebatibles, aunque un tanto ignoradas. Mujica Laínez describió Bomarzo, con una maestría no superada. A este intrigante jardín se sumarán las cercanas Villa Lante y Villa Farnese, esta última en Caprarola. El medieval pueblo de Vitorchiano con su Parque de Peonias. La Ciudad Ideal de la Scarzzuola, diseñada por el visionario Tomasso Buzzi. Il Giardino dei Tarocchi, inclasificable obra de Niki de Saint Phalle, poblado de esculturas inspiradas en los arcanos del Tarot. Y, como contrapunto, la espectacular Cascata delle Marmore, muy cerca de este jardín y de la bellísima Orvieto. Sirvan, pues, estas palabras para abrir el apetito por descubrir y sentir lo que siempre ha estado allí, a dos pasos de nuestro cotidiano contexto. Si has disfrutado con el texto, anímate a añadir un comentario, sus esforzados autores te lo agradecerán. Texto de Eduardo Cidraque Lorén. Diseño del viaje de Pedro Encuentra Calvo. Decía poéticamente el gran escritor italiano Claudio Magris, algo que todos sabemos: el tiempo vuela como una bandada de pájaros después de un disparo. Porque son ya nueve años los que llevamos viajando a la imprescindible Italia; nueve viajes, nueve maneras de estar unos días al margen de nuestras rutinas e inercias. Este planeta cambiante por el que nos movemos es un organismo vivo y todos sus accidentes lo son. Animales, personas, océanos o montañas, no paran de transformarse. Y el tiempo, esa extraña invención humana, en su inevitable embestida, modela o crea, entre otras cosas, el ensueño de un paisaje. Los Dolomitas se cuentan, de modo unánime, entre los paisajes de montaña más bellos del Planeta. Lo sabe cualquier amante de la naturaleza, cualquiera que tenga el buen tino de dar un salto hasta allí. Lo sabe incluso la fría oficialidad de la Unesco que, en el año 2009, decidió que este mundo inmemorial de extrañas y majestuosas formas, pasara a formar parte del Patrimonio Mundial de la Humanidad. Su belleza está hecha de perfiles verticales, pináculos, agujas y torres pétreas. Perspectivas inverosímiles que solo las eras geológicas han sido capaces de formar. Pero también hay una belleza hecha de matices íntimos, como la mudable atmósfera que surge de la luz solar y que pinta de colores la roca desnuda de estas montañas alegres. Para apreciar estos matices, para admirar todas esas perspectivas, es por lo que este año volvemos a los Dolomitas. Y lo hacemos desde otra esquina. Si hace seis años abordamos los Dolomitas desde el Trentino-Alto Adige, este año descubriremos estas montañas desde una zona situada más al este y riquísima en contrastes. Porque nuestro viaje se adentra en el corazón montuoso del Véneto, que acoge los Dolomitas de Belluno, los hermosos valles de Pusteria o Badia, increíbles pasos de montaña, como el célebre Falzarego. Y después están los pueblos, donde arte y paisaje se llevan de maravilla: pequeñas localidades como Pieve di Cadore, Auronzo, Dobbiaco, San Candido o Sesto; pero también auténticos contenedores de arte, como la joya renacentista de Feltre. Además, en nuestro viaje vamos a rozar las nubes, porque ascenderemos a algunos puntos panorámicos desde los que contemplar la naturaleza agreste y primigenia de estas venerables montañas. Lugares como Lagazuoi, donde austríacos e italianos lucharon en condiciones terribles durante la Primera Guerra Mundial. Las huellas de aquella contienda permanecen todavía y son ahora oquedades y caminos asomados al abismo. Admiraremos también el hermoso panorama que se disfruta desde lo alto del llamado Sass Pordoi que, al igual que Lagazuoi, alcanzaremos en teleférico, sobrevolando literalmente uno de los paisajes más completos y conmovedores de todo este arco alpino. No en vano, desde lo alto de esta cima, a 3000 metros de altitud, la mirada se pierde entre rocas que emergieron del mar en lejanas edades, hasta alcanzar los perfiles de cumbres tan míticas como la Marmolada, el Sassolungo o el Catinaccio. Y, hablando de lugares míticos, no podían faltar en nuestro recorrido Le Tre Cime di Lavaredo (las Tres Cimas de Lavaredo), cuyos colores mudables y su apariencia inverosímil, hacen de ellas uno de los símbolos indiscutibles de los Dolomitas, mil veces pintadas, fotografiadas y escaladas por quienes a ellas se acercan. Ocasión habrá también de conocer, in situ, la conmovedora historia del desastre de la Diga del Vajont (la presa del Vajont): una aciaga noche del 9 de octubre de 1963, el Monte Toc se deslizó por la ladera de la presa y, al caer al lago, provocó una gigantesca ola que acabó con la vida de casi 2000 personas y causó la desaparición de poblaciones enteras. Pero sigamos con nuestro viaje. Al cobijo de las grandes montañas se suceden los valles y los lagos. En nuestro recorrido, transitaremos por alguno de los tramos más interesantes de la llamada Grande Strada delle Dolomiti (la gran carretera de los Dolomitas), que une Bolzano con Cortina D’ampezzo y que nos permitirá detenernos en alguno de los valles y de los lagos que han hecho único a este paisaje. Lagos como Misurina, Dobbiaco o el precioso lago de Auronzo, y valles como Pusteria o la citada Val Badia, que conserva, esta última, toda la tradición y la cultura ladina. Son estos los hitos principales de nuestro próximo viaje a las montañas. Pero hay más. Porque en nuestros recorridos por Italia no podía faltar el arte... las ciudades de arte. Visitaremos unas cuantas: De camino al Bel Paese, en nuestro primer día de viaje, disfrutaremos de Avignon ciudad de Papas, puentes y festivales de teatro. Recién estrenada italia, en nuestro segundo día, visitaremos la poco conocida Savona, situada en la hermosa Riviera Italiana. Y, un día antes, de entrar en contacto con el espectáculo dolomítico, conoceremos la ciudad que vio nacer al celebre Stradivarius: la sorprendente Cremona. Cremona, como la mayoría de las ciudades de Lombardía, envueltas en nieblas invernales y sobrias en su modo de mostrarse, no puede ocultar, sin embargo, su lado extravagante y genial, hecho de nobles arquitecturas y de espacios que se abren a la maravilla. Estos espacios son la plazas. La Piazza del Comune de Cremona se cuenta entre las más conseguidas creaciones del urbanismo medieval italiano. El interior de la catedral es espléndido, está enteramente recubierto por frescos del artista Boccaccio Boccaccino y representa uno de los episodios cumbre de la cultura figurativa lombarda del siglo XIV. Tal es así que es considerada por algún estudioso del arte como la Capilla Sixtina de la Llanura Padana. Cuando, inevitablemente, dejemos atrás las montañas nos internaremos en la hermana menor de otras ciudades de arte de la llanura Padana: en Pavía, ciudad que esconde sus misterios y bellezas entre las estrechas calles del centro histórico. Pavia es rica en iglesias fundadas por los Longobardos en el siglo X y en residencias nobiliarias. Posee además la Certosa y la magia del agua… los atardeceres incendiando los arrozales; el Ticino majestuoso y las acequias de agua clara diseñadas por Leonardo, toda una red de canales que aquí se llaman navigli. Y finalmente, de nuevo en suelo francés, disfrutaremos de Marsella, la cual es, después de París, la ciudad francesa de mayor tamaño. Más de un millón de habitantes pueblan sus dieciséis barrios que, en su mayoría, han sabido conservar un carácter auténtico y popular. Desde el puerto, un barco nos llevará a la famosa Isla de If, en cuyo castillo imaginó Alejandro Dumas las peores horas del Conde de Monte Cristo. Desde esta antigua y mítica ciudad del sur de Francia emprenderemos el regreso a nuestra casa, pero con la mente más ancha y con el espíritu bien dispuesto para seguir viajando por esos ámbitos cotidianos que se conocen como nuestra vida. EDUARDO CIDRAQUE LORÉN Es al autor del texto y el diseñador de todos los viajes a Italia. [email protected] PIEMONTE, EL NOMBRE DE LA ROSA De todas las tierras de Italia, una de las cinco a las que no roza el mar tiene los pies en la tierra y la cabeza entre las nubes. Al pie de los montes, Piemonte... así se llama esta tierra de perfil irregular que recorre lo que va de Francia a Lombardía y de Suiza a la mediterránea Liguria. Ya en el nombre, el Piemonte revela su estrecha relación con las montañas que lo rodean, una presencia constante y bien visible desde todas las partes del territorio. El término Pedemontium se conoce desde el siglo XII, en referencia a las posesiones cisalpinas de los Saboya en la llanura Padana, entre los ríos Dora y Po. Con la expansión del ducado de Saboya, el nombre se extendió progresivamente a toda la región. A pesar de la barrera que constituyen los Alpes, el Piemonte siempre ha tenido estrechas relaciones con Francia, y no siempre pacíficas. Han sido frecuentes las guerras entre los Saboya y el reino transalpino, pero en el curso de los siglos la cultura francesa ha influenciado profundamente a la piamontesa. Todavía hoy, el Piemonte es la puerta de Italia para quien llega desde Francia. Y en Francia comienza nuestro viaje. El sábado,18 de agosto, saldremos de Zaragoza a las 7 de la mañana para dirigirnos hacia nuestro primer destino: el Memorial de Rivesaltes, muy cerca de Perpignan. Se trata del campo de concentración más grande de los construidos en Occidente. Desde 1939 hasta 2013, aquí malvivieron más de 60.000 “indeseables”. Traigo aquí las palabras de Carlos Yàrnoz, en su estupendo artículo publicado en El Pais, en octubre de 2015: “La Cataluña francesa, en el Languedoc-Rosellón, fue en 1939 el refugio del medio millón de españoles de La Retirada, un éxodo poco conocido en España. Casi la mitad de los 20.000 españoles que pasaron por Rivesaltes fueron enviados a los campos de la muerte nazis. Murieron el 65%. También perdieron la vida 2.300 de los 7.000 judíos deportados desde allí. En el campo, diseñado y gestionado por autoridades francesas, fueron recluidos después soldados alemanes presos tras la II Guerra Mundial, colaboracionistas y, a partir de 1960, harkis argelinos, es decir, las milicias que se unieron a los franceses en contra de los partidarios de la liberación de Argelia. Para cerrar el círculo de la ignominia, en los ochenta, los noventa y hasta 2007, ahí se enviaba a los migrantes irregulares. Hasta 2013 éstos últimos permanecieron en un centro cercano. Los intentos de destruir las pruebas de este agujero negro en la historia de Francia han sido numerosos. En 1998, se encontraron en un basurero miles de archivos del campo. Gobierno y autoridades locales decidieron derribar las barracas. Lo impidieron las asociaciones civiles, los hijos de exiliados españoles y la sensibilidad de algunos altos cargos regionales". En el 2017, TVE emitió una película acerca de la maternidad a la que llegaban las mujeres embarazadas de Rivesaltes, puedes verla pinchando en su título: La Luz de Elna. El primer hito de este viaje nos hace tomar conciencia de lo que el mundo es y ha sido , después de todo, el viaje es un camino y de todo encontramos en él. Pero os prometo que, a partir de aquí, volaremos hacia el país de las hadas que, como decía el gran escritor inglés Chesterton, es el más razonable y sutil de los países. Tras la visita de este interesante lugar, nos dirigiremos hacia la ciudad de Orange para descansar del viaje y de la historia. El día siguiente, domingo, 19 de agosto, después del desayuno y antes de emprender el viaje hasta Grenoble, nos aguarda una grata sorpresa: el gran Teatro Romano de Orange. Estamos ante uno de los teatros romanos mejor preservados del mundo, siendo uno de los pocos que aún conserva entero todo el muro de la escena. No es habitual que se conserven estas estructuras y la verdad es que sus 37 metros de altura y más de 100 de longitud no pasan desapercibidos. No es extraño que Luís XIV exclamara “Es la muralla más bella de mi reino” tras visitar la ciudad de Orange y contemplar tal maravilla. Hasta 10.000 espectadores podían ser ubicados en el teatro. Dejaremos el teatro contentos y sabedores de haber visitado uno de los escenarios romanos mejor conservados del mundo. El viaje continúa hacia la ciudad de Grenoble. Es ésta una ciudad para el paseo, y eso es justamente lo que haremos antes de retomar el viaje hacia Turín. Su casco antiguo es muy interesante, con continuas referencias a su autor más célebre, Stendhal. Pasearemos por su centro histórico y pasaremos por Plaza Grenette, donde fue guillotinado en 1827 el personaje real que inspiró "Rojo y Negro"(si te va mal releerla, pincha sobre el título y escúchala). Tras el paseo por Grenoble, el viaje proseguirá hasta la capital del Piemonte: Turín, que será la base de nuestras visitas y excursiones durante toda nuestra estancia en Italia. No es la primera vez que pisamos Torino, en nuestro viaje Dolomitas, Las Montañas Rosas de los Alpes, ya pudimos disfrutar de su centro histórico y visitar el Museo del Cine. La tarjeta Torino card, incluida en el precio del viaje, permitirá a todos aquellos que no vinieron entrar gratuitamente en la mayor parte de museos y monumentos de la ciudad, en el tiempo libre que nos quede (poco). Turín, la capital del Piemonte, hace pensar en el Risorgimento y en la Unificación de Italia, en la dinastía de los Saboya con sus magníficas residencias reales, en un pasado industrial que tiene a la FIAT como emblema, en el urbanismo y en los palacios barrocos, en los cafés históricos, en el cine e, incluso, en el Antiguo Egipto... porque posee esta ciudad el que es considerado como el segundo museo egipcio más prestigioso del mundo, solo por detrás del gran museo de El Cairo. Se trata, además, del museo más antiguo sobre la cultura egipcia. Fue el propio Jean-François Champollion, aquel que gracias a la piedra de Rosetta acabó por descifrar la escritura egipcia, el que dijo: “El camino hacia Menfis y Tebas pasa por Turín”. Una de las piezas más importantes del museo es el llamado “canon real de Turín”: la lista de los faraones de Egipto. ¿Qué sería de un museo egipcio sin sarcófagos y momias? Tranquilos, en el de Turín vamos a encontrar unos cuantos. Sarcófagos de todo tipo, como el de Ini, el tesorero del rey, cuyos ojos pintados nos recuerdan que los tesoreros, incluso muertos, seguían vigilando al pueblo. También hay restos de tumbas. Entre ellas, una intacta: la de los esposos Kha y Merit. En fin, un museo espléndido cuya visita nos ocupará la mañana del lunes, 20 de agosto. Tras la comida libre en el centro de la ciudad, ascenderemos por la colina de Superga, para admirar una muy destacada obra barroca, diseñada por el gran arquitecto siciliano Filippo Juvarra. Se trata de la Basílica de Superga. que fue mandada construir por Víctor Amadeo II de Saboya. Juvarra, además de integrar a la perfección los espacios arquitectónicos, supo armonizar todo el conjunto con el entorno natural que lo rodea. La obra recopila diferentes influencias, desde el Panteón romano hasta la fachada renacentista de San Pedro del Vaticano. Además de estas influencias clásicas, encontramos también otros elementos sorprendentes, como el recuerdo de los bulbosos campanarios de origen alemán o austriaco. Su cripta, con planta de cruz latina, contiene las 62 Tumbas Reales de la Casa de Saboya. Una de ellas es la de María Victoria dal Pozzo della Cisterna, apodada «la Virtuosa» y casi desconocida en España, la reina María Victoria fue, en su tiempo, objeto de respeto por su comportamiento ejemplar y discreción. En el año 2012. la escritora Carmen Gallardo publicó un interesante libro titulado “La Reina de las lavanderas”, donde se narra la vida de esta reina que causó en los diputados españoles mucha mejor impresión que su esposo Amadeo. (Si pinchas sobre el título podrás ver una entrevista con su autora) Tras visitar la Basílica, realizaremos una panorámica en autobús por algunos lugares emblemáticos de la ciudad y después habrá tiempo libre para pasear por el centro de Turín y para la cena, que ese día será libre. El martes, 21 de agosto toca descubrir la llamada “Corona de las Delicias”. La dinastía Saboya quiso rodearse de un sistema de residencias reales, proyectadas por los principales arquitectos de la época, como teatro de la refinada vida de corte. Este conjunto de palacios constituye un hecho único a nivel europeo que ha sido reconocido por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad en el año 1997. De los más de 12 sitios que forman parte de este sistema de residencias reales, nosotros vamos a conocer dos de los más majestuosos: La Venaria Reale y el Pabellón de caza de Stupinigi. La Reggia di Venaria o Venaria Reale surgió a mitad del Seiscientos como residencia de caza de Carlos Manuel II. Nos encontramos de nuevo al gran arquitecto Juvarra, que construyó aquí algunas de sus obras maestras. Concretamente: la Galleria Grande, la capilla de San Uberto y el complejo constituido por la Escudería y la llamada “Citroniera”, es decir, una espléndida galería barroca particularmente soleada, destinada a proteger los cítricos durante el invierno. Tras una larga restauración, la Venaria Reale es hoy sede de grandes exposiciones y conciertos. Por su parte, el Palacio de caza de Stupinigi fue el lugar predilecto de los Saboya para celebrar grandiosas fiestas y solemnes matrimonios. También fue la residencia de Napoleón a principios del Ochocientos. De nuevo Filippo Juvarra proyectó para el soberano una arquitectura extraordinaria, inspirándose en el modelo de las coetáneas residencias centroeuropeas. El miércoles, 22 de agosto iremos al encuentro del medievo para descubrir dos de los mejores ejemplos de arquitectura medieval del Piemonte: la Sacra di San Michele y la Abadía de San Antonio de Ranverso. Por la mañana, nos adentraremos en el precioso valle de Susa para ascender a la Sacra. La abadía benedictina de San Michele della Chiusa, más conocida como Sacra de San Michele, es una extraordinaria construcción que envuelve la cumbre rocosa del monte Pirchiriano. Comenzada en los últimos años del siglo X, fue desarrollada entre los siglos XI y XIV y luego cayó en un cierto abandono. Hoy, tras una importante restauración, se ha convertido en el símbolo del Piamonte. Se sitúa en un lugar estratégico, el centro de la Via Francigena, que comunica Canterbury con Roma y sus 1.000 metros de altura sobre la altiplanicie turinesa explican que fuera el lugar que eligieron los longobardos para enfrentarse al ejército de Carlomagno. La entrada es imponente; sobre la puerta hay 42 metros de edificio, y tras ella, una empinadísima escalera rodeada de tumbas. Al ascender la llamada Escalinata de los Muertos, uno percibe que en este lugar domina el silencio de los siglos. Encontraremos en el interior de la abadía el mejor escenario de la imaginación de Umberto Eco, la biblioteca, escenario sobre el que el escritor italiano hizo mover sus personajes mientras escribía la novela El nombre de la rosa. En 1301, el prior, Benedicto el Joven, la describía así: "Tengo dos cuartos llenos de libros y todavía no los he leído todos, si bien me dedico a ello cada día. No existe libro en el mundo del cual no tenga un ejemplar". Después de visitar la Sacra, nos acercaremos a la ciudad de Avigliana, a orillas de cuyo lago habrá tiempo para realizar la comida, por libre. Por la tarde, visitaremos un lugar sorprendente y poco visitado por los viajeros: la Abadía de San Antonio de Ranverso. Fundada en 1188 por Umberto III de Saboya, fue una de las etapas de la Via Francigena. En este complejo abacial destacan la iglesia, el claustro y el campanario en estilo gótico. Pero, sobre todo, impactan los frescos realizados por Giacomo Jaquerio en el siglo XV, deslumbrando especialmente la escena de la subida al Calvario, donde la pálida imagen de Cristo aparece rodeada por las figuras grotescas de los tiranos cuyos deformes retratos tienen la función de hacer partícipes a los fieles del sufrimiento de Cristo. Llegamos al jueves, 23 de agosto, día en el que nos aguarda el territorio de los prealpes de Biella donde visitaremos, por la mañana, el imponente Santuario di Oropa, erigido a 1100 metros de altitud, en un paisaje de gran belleza. Está dedicado a la Madonna Nera (la Virgen Negra), cuya estatua se venera en su interior desde el año 1300. El monasterio fue fundado en el Siglo IV por San Eusebio. Se compone de un claustro con la hermosa Basílica Antigua, la Basílica Nueva, el Museo de los Tesoros, los Apartamentos Reales, el Sacro Monte y la Biblioteca, además de los grandes edificios laterales que sirven de alojamiento a los peregrinos. Más tarde, iremos a la cercana ciudad de Biella para realizar el almuerzo y visitar su centro medieval, conocido con el nombre de “il Piazzo”, situado en la parte alta de la ciudad. Este barrio pintoresco, formado por un laberinto de callejuelas y salpicado de antiguos edificios, constituye el auténtico origen de la actual ciudad de Biella. Y terminaremos el día visitando uno de los ejemplos mejor conservados de estructura medieval existentes en Europa. Se trata del Ricetto di Candelo. El término “ricetto” deriva del latín “receptum” que significa refugio. Fue concebido como una especie de almacén donde se guardaban los forrajes, el vino y todo tipo de provisiones de manera que el pueblo no permaneciera nunca desabastecido y, en el caso de ataques enemigos, se usaba, además, como refugio. El Ricetto cuenta con más de 200 construcciones denominadas “cellule”. Resulta igualmente interesante la pavimentación de las calle (llamadas “rue”), compuesta por cantos rodados recogidos del cercano arroyo, dispuestos en diagonal para permitir el fluir de las aguas hacia el exterior del pueblo. El viernes, 24 de agosto, nuestra primera excursión será al Sacro Monte de Varallo. Los Sacri Monti de Piamonte y de Lombardía, declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, nacieron para ofrecer a los peregrinos una alternativa más segura que los peregrinajes a Tierra Santa, y para que “vea Jerusalén quien no pueda ir en peregrinación”. El fenómeno de los Sacri Monti – que influyó en toda Europa - es uno de los más característicos de la cultura y de la espiritualidad del norte de Italia y nace en la etapa final de la Edad Media, período en el que comienza el progresivo declive de las peregrinaciones a Tierra Santa, bajo el dominio turco. Fue Carlos Borromeo, obispo de Milán, quien promovió el proyecto de una red de capillas y lugares de devoción entre los montes de Lombardía y Piamonte. El más antiguo e importante es, sin duda, el Sacro Monte de Varallo. Se construyó en una zona elevada sobre la localidad de Varallo, con la intención de reconstruir el paraje de la Tierra Santa. De hecho, es conocido como “La Nueva Jerusalén”. Gracias a la obra del pintor, escultor y arquitecto Gaudenzio Ferrari, las escenas en el interior de las 45 capillas suponen una genial e innovadora compenetración entre pintura y escultura, con un marcado realismo. Se trata de un recorrido real pero al mismo tiempo místico, que el peregrino realiza siguiendo el relato de la historia de la vida de Jesús. Y, a los pies del Sacro Monte, surge otra maravilla: la iglesia de Santa Maria delle Grazie, cuyo interior conserva una de las obras maestras de la pintura renacentista del norte de Italia: se trata de la llamada “Pared Gaudenziana”, un ciclo de frescos realizados en 1513 por el mismo artista que trabajó en el Sacro Monte de Varallo, Gaudenzio Ferrari, donde se ilustran algunos episodios de la vida y la pasión de Cristo. Por la tarde, abandonaremos estos lugares místicos para disfrutar de la belleza del cercano Lago de Orta, una pequeña joya que, por su carácter íntimo, resulta menos conocido que otros lagos de la zona. Sus aguas vienen de un glaciar y tiene la peculiaridad de que es el único lago de la zona que desagua hacia el norte, cuando todos los demás lo hacen hacia el sur. Pasearemos por Orta San Giulio, un pintoresco pueblo situado en el extremo de una pequeña península que se adentra en el lago con sus casas de color siena, las antiguas villas con jardín y la plaza inclinada, llamada “della Motta”, con palacios e iglesias que muestran la dignidad de los edificios que todavía lucen pinturas al fresco en sus fachadas. Desde el embarcadero tomaremos un barco hacia la isla de San Giulio. Esta isla es la verdadera perla del lago. El edificio que la domina es un monasterio de monjas, pero también se pueden admirar algunas villas con jardines que se asoman al lago. Y el sábado, 25 de agosto, volveremos a otro lago, mucho más grande y transitado, pero igualmente bello: el Lago Maggiore. Los grandes lagos italianos, en la vertiente sur de los Alpes, llevan siglos atrayendo el lujo y a visitantes ilustres. Los palacios de las islas Borromeas, en el lago Maggiore, parecen una flota de barcos reales anclada en el golfo, con lujosos salones, grutas cubiertas de conchas e historias de invitados tan célebres como Napoleón o la princesa Diana. Conservan todo el ambiente de sus días de esplendor, cuando, seducida por el clima suave y el fácil acceso mediante el ferrocarril de 1855, la alta burguesía europea se lanzó a construir villas grandiosas en sus orillas. Desde la ciudad de Stressa, donde Hemingway escribió su famosa novela “Adiós a las armas”, iniciaremos nuestro periplo en barco para visitar las islas. La primera de ellas será Isola Bella, que debe su nombre a la segunda esposa de Carlos III, Isabel de Farnesio. Cuando se construyó el Palazzo Borromeo, en el siglo XVII, la disposición del edificio pretendía dar a la isla la apariencia de un navío: la villa en la proa y los jardines, repartidos en diez terrazas, a popa. En su interior, la Galleria del Quadriueden, con obras de Rubens, Tizziano y El Veronés, propone un exquisito complemento a las vistas exteriores. Continuaremos en barco hacia la isola Superiore, también llamada isla de los pescadores, que conserva parte del encanto original del pueblo. La iglesia de San Vittore, ubicada en medio de un remolino de calles, tiene un ábside del siglo XI y un fresco del siglo XVI. También cuenta la isla con restaurantes especializados en pescados a la parrilla, razón por la que la hemos elegido para realizar la comida. Por último, alcanzaremos en barco la isla Madre, que ofrece un ambiente más romántico. En el Palazzo Madre, de los siglos XVI al XVII, hay un teatro de marionetas diabólicas y campesinos chinos al acecho en los jardines de estilo inglés. También abundan los cisnes, las camelias, las azaleas y los hibiscos. Despediremos, pues, el día, en un romántico jardín. Y despediremos así Italia, porque al día siguiente, el domingo, 26 de mayo, nos aguarda Chambery... Esta ciudad francesa fue la primera capital del Reino de Saboya hasta que, en 1562 se trasladó a Turín la capital del Ducado. Chambery exhibe un hermoso centro histórico, en el que destacan el castillo de los Duques de Saboya y la Capilla que, hasta 1578, custodió la famosa Sábana Santa, trasladada desde esta ciudad a Turín por decisión del Duque Manuel Filiberto. Sobresale también la catedral de San Francisco de Sales, que contiene una de las mayores decoraciones pictóricas en un edificio religioso en Europa, gracias a los 6000 metros de trampantojos que ornamentan su interior. Uno de los símbolos de la ciudad es la Fuente de los Elefantes, construida en 1838, en honor al General de Boigne, gran benefactor de la ciudad. Y, por supuesto, el placer de pasear por el barrio antiguo con sus estrechas calles y sus pórticos hermosos. Terminado el paseo por Chambery, iremos a Montpellier.
Y al sur de Montpellier, entre el mar Mediterráneo y la laguna, se encuentra la curiosa catedral de Maguelone, antiguo obispado, conocido también como la Catedral de las Arenas, en una península cubierta de pinos y viñedos. Es un paraje propicio para el paseo entre el mar, la laguna y las viñas. En esta península acogedora, muy cerca del mar, terminará nuestra visita guiada a Montpellier. Y llegamos así al final de nuestro viaje. El martes, 28 de agosto, iniciamos el regreso a nuestras cosas y a nuestras casas. Pero antes, tendremos la oportunidad de recorrer el centro histórico de otra ciudad francesa sumamente interesante: Béziers, conocida por su patrimonio monumental y por su sangriento pasado cátaro. Su estampa más famosa es la del puente medieval sobre el río Orb con la Catedral de Saint-Nazaire al fondo. Un conjunto bellísimo que por sí solo justificaría la visita. Y desde Béziers nos iremos al mar para comer cosas ricas en el paseo marítimo de Rosas. Como dijo Mark Twain, dentro de veinte años estarás más decepcionado de las cosas que no hiciste que de las que hiciste. Así que desata amarras y navega alejándote de los puertos conocidos. Aprovecha los vientos alisios en tus velas. Explora. Sueña. Descubre. Y nosotros añadimos: ¡AVENtourATE! EDUARDO CIDRAQUE LORÉN Es al autor del texto y el diseñador de todos los viajes a Italia Cuando se consulta un atlas de Europa, un curioso perfil capta la atención del ojo al reconocer una forma cotidiana que se torna extravagante y, al mismo tiempo, simpática. Un capricho natural quiso que la de Italia asumiera los contornos de una bota. De inmediato, ese lugar nos atrae. ¿Qué habrá allí? nos preguntamos. Y leemos los nombres de las ciudades: Roma, Venecia, Florencia, Nápoles o Siracusa. Nombres que sugieren mitos, historia de la grande, lugares eternos. Pero, volviendo a la bota, ésta quedaría coja si no tuviera un tacón rotundo, fuerte, en el que apoyar su parte posterior. Y ese tacón necesario es precisamente Puglia, la región que visitaremos en nuestro séptimo viaje por Italia. El viaje es un buen antídoto contra la rutina, porque ventila la habitación cerrada que con cierta frecuencia es nuestra mente. A través de él, salimos a lo abierto, y las cosas más bonitas y sencillas adquieren una eficacia, una trascendencia insospechada. La luz, los sonidos, los colores recobran el lugar que les pertenece, para emocionar, para recordarnos que seguimos estando vivos. El sonido de Puglia es el del mar y el del dialecto, que trae ecos de Grecia: un sonido musical, con acentos del sur. Y si tuviera que elegir tres colores que identifican esta región, sin duda me iría al azul intenso de su mar, al verde suave de sus olivos y al cambiante tono de su piedra blanca y rosada. Piedra blanca que define las costas de Puglia y las espléndidas catedrales y palacios de sus ciudades. Una de las singularidades de esta tierra es, sin duda, el mar, ligado al excepcional desarrollo de sus costas y a su configuración como puente físicamente extendido a Oriente. Un mundo entre dos mares: el mar Jónico y el Adriático. Es precisamente el mar el que narra la Puglia más conocida, pero también la más ignota. La Puglia de los pequeños puertos, de los faros, de las torres solitarias. El mar de las catedrales, de los castillos, de los turcos y de los venecianos. La costa de Puglia ofrece grandes contrastes: alta y abrupta, pero también baja y con largas playas de arena, totalmente vulnerable, como demuestra la ininterrumpida cadena de torres de avistamiento, ya abandonadas, que en otro tiempo fueron infatigables centinelas de un horizonte frecuentemente amenazado por la llegada de los enemigos. Y una de las peculiaridades que presenta esta costa, sobre todo en la zona del Gargano, son los llamados trabucchi. El trabucco es una imponente construcción realizada en madera, que consta de una plataforma extendida hacia el mar y anclada en la roca con gruesos troncos de pino de la que se alargan dos o más largos brazos , llamados "antenas" que sostienen una enorme red llamada "trabocchetto". A través de este sistema se alcanza una gran eficacia en la pesca, pues basta con interceptar con la red los grandes bancos de peces próximos a la costa. Pero volviendo a la costa, ésta corre veloz hacia el Salento, salpicada de pequeños promontorios. Alineadas como centinelas, desfilan a lo largo de este largo tramo costero las blancas catedrales asomadas al mar, símbolos de las ciudades que las cobijan y de las que señalan su presencia como si fueran faros Y así, descubrimos lugares como Barletta, ciudad del célebre desafío entre italianos y franceses en 1503, importante por su catedral y su castillo. Trani, espléndida ciudad de piedra blanca, salpicada de palacios, con su puerto lleno de autenticidad y su asombrosa catedral que, como un faro, vigila el Adriático. Por supuesto, Bari, capital de la región, ciudad hermosa unida a Europa pero desde siempre proyectada con empuje hacia el Mediterráneo. La Bari Vecchia es un fascinante dédalo de callejones, plagado de iglesias, entre las que destacan la Basílica de San Nicolás, y su bizantina y oriental catedral de piedra blanca. Y, en fin, las maravillosas ciudades menores de la llamada “Terra di Bari”: como Polignano a Mare, pura escenografía , cuyo casco antiguo se asoma a un sugestivo acantilado de unos 30 metros de altura a pico sobre el mar; y la pequeña y encantadora Monopoli, el puerto más meridional de la Tierra de Bari y uno de los más importantes durante las Cruzadas. La ciudad está surcada por calles encaladas, preciosos rincones y un puerto encantador. Al sur de Brindisi, la costa salentina, entre asperezas lunares incontaminadas e inesperadas zonas verdes, se dirige a oriente tocando Otranto. Otranto es el centro más oriental de Italia, en cuya catedral se oyen todavía los ecos de las miles de historias que narra su espléndido mosaico. Sus callejuelas y bastiones dan cuerpo a las palabras de Roberto Cotroneo: "Otranto es una estrella colapsada donde está todo el universo, donde está la vida cotidiana y la historia, donde los años no pasan y todo parece compenetrarse, donde es fácil que los fantasmas te hablen por las calles, y donde todos son conscientes de estar en un lugar diferente, donde el tiempo se curva sobre sí mismo, no en una recta, y curvándose, se cierra". La costa prosigue hasta Leuca, ese punto exacto en el que se mezclan las aguas del Mar Jónico y del Mar Adriático. Doblando el Cabo de Leuca retorna la costa de finísimas arenas que toca una de las ciudades míticas: Gallipoli, que significa “ciudad hermosa”. Y realmente lo es. Se asienta sobre una isla cuyo centro está dominado por la catedral, con un desfile de palacios e iglesias, alineados a lo largo de las costas que recorren el perímetro de las antiguas murallas asomadas al mar. A lo largo de estos 800 km de variada costa, grutas y calas de gran hermosura se abren en tramos más ásperos y rocosos, a veces disimulados por la vegetación que se precipita literalmente hacia las aguas. Una de las muchas grutas de esta costa es la que visitaremos nosotros: la llamada “Grotta della Zinzulusa”. Pero Puglia no debe imaginarse únicamente como tierra de mar. De hecho, se la conoce como la tierra más llana de Italia En el interior, el olivo es la verdadera catedral de los campos, sólido y austero como un gran patriarca, nudoso y monumental como una escultura pero, sobre todo, generoso y antiguo como la civilización mediterránea. En la frontera con Basilicata se extienden las llamadas Murge, yermos barrancos pétreos que se extienden hasta el puerto de Taranto, atravesando un paisaje rico de historia y cultura, lleno de melancolía. Aquí comienza el hábitat rupestre, el de los asentamientos agrícolas construidos excavando en la toba, el de las relaciones imposibles entre gruta y territorio, el del triunfo de las pinturas rupestres en las que se refleja no tanto el eremita, como el hombre y su vida cotidiana. Y si, apenas a pocos kilómetros de distancia, las blancas catedrales de mar y de tierra constituyen la peculiaridad y el signo del hombre y de su territorio, aquí son los muros alzados por la mano humilde del campesino las que atestiguan su presencia, silenciosa y discreta, pero activa y llena de dignidad. Mas hay un lugar en en este mundo excavado, único e irrepetible, que asombra y adquiere la categoría de milagro. La ciudad rupestre por antonomasia: Matera. Considerada en los años 50 del siglo pasado como «la vergüenza de Italia», por sus miserables condiciones de vida: el analfabetismo era endémico, hombres y mujeres convivían en un único espacio, sin luz eléctrica ni agua corriente. Pero con muchos años de esfuerzo ha sido capaz de proyectar su propio futuro y convertirse en un modelo para el sur de Italia. Los «Sassi de Matera», esa increíble retícula de casas excavadas en la roca, y el conjunto de sus iglesias rupestres fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1993. Habitada desde el Paleolítico, Matera se hizo famosa en todo el mundo después de que Pier Paolo Pasolini filmara en el año 1964 «El Evangelio según San Mateo». Impresiona el modo en que la ciudad ha conservado su antigua identidad. Hay habitaciones excavadas en la piedra que tienen miles de años y que recuerdan las construcciones que un tiempo se realizaban en Jerusalén y en Oriente Medio. También los eremitas que escaparon de Asia Menor en el siglo VII d. C. edificaron allí sus capillas subterráneas. Estamos, en suma, ante un paisaje y un centro histórico únicos en el mundo. La reina de las ciudades blancas de esta zona es, sin duda, Ostuni. Estamos ante una de las imágenes típicas de Puglia. A Ostuni se la conoce, precisamente, como "la ciudad blanca", ciudad que se desarrolla en la cima de tres colinas con una excepcional posición panorámica, emergiendo del paisaje que la rodea, con el encanto de la cal que blanquea sus casas aterrazadas, dispuestas alrededor de la antigua acrópolis, lugar que hoy ocupa su magnífica catedral, que contrasta en su color rosado con la blancura de las casas. En la época medieval poseer una reliquia indicaba la dignidad del lugar y garantizaba benevolencia y protección. Y entre todas las reliquias, una de las más célebres es la que corresponde a los huesos de Nicolás, obispo de Myra en Asia Menor, que fueron transferidos a Bari en el año 1087. La llegada de sus reliquias señaló el punto de partida para la edificación de una de las basílicas más importantes de la cristiandad. Las reliquias y la impresionante basílica hicieron grande a la ciudad de Bari. Esta maravillosa basílica es una etapa obligatoria en las vías de peregrinación, y constituye un punto de referencia imprescindible de la arquitectura medieval, con novedades estructurales provenientes del norte que se mezclan con la tradición bizantina, siendo el prototipo de todos los edificios religiosos construidos en la Tierra de Bari entre los siglos XII y XIII. Si hablamos de castillos, sin duda, la metáfora del poder, el castillo más misterioso y perfecto, el más extraño y aislado es el que ordenó construir Federico II. Se trata del imponente Castel del Monte. En el castillo se funden elementos románicos, góticos, clásicos y hebraicos. La planta del edificio es muy característica. En ella se repite el número ocho continuamente. La planta es octogonal con ocho torreones también octogonales en cada ángulo. El patio interior es asimismo octogonal. Está compuesto por dos pisos y en cada uno hay ocho habitaciones. No hay acuerdo sobre cuál fue su función, la teoría oficial dice que es un pabellón de caza, ya que al rey le gustaba mucho la cetrería, pero es un castillo enorme para esa función y además no tiene cocina, algo indispensable para ese tipo de construcciones. Castillo defensivo tampoco es, porque ni tiene foso, ni almenas, ni saeteras, ni ningún elemento que sirva para la defensa y no está en ningún sitio estratégico. Algunos estudiosos sostienen que, en realidad, es un observatorio astrológico y matemático, una especie de recorrido iniciático que solo ese rey tan enigmático pudo construir. Un emperador que en su época mereció el sobrenombre de “Estupor del Mundo”. Entre los siglos XIV y XV, los príncipes de Taranto edificaron en Galatina, en el corazón del Salento, una iglesia franciscana que uno nunca esperaría encontrar en Puglia. Una basílica gótica, completamente recubierta de frescos, que recuerda la famosa basílica de Asís, decorada por Giotto. Los comitentes de la basílica llamaron a numerosos pintores del centro de Italia, que llevaron a cabo los impresionantes frescos que recubren las paredes y las bóvedas de la basílica, con escenas del Apocalipsis, del Génesis, de la vida de Cristo y de la vida de Santa Catalina de Alejandría. Se diría que Lecce es vistosa y redundante. Sin embargo, su encanto es simple y refinado. Su centro histórico presenta discontinuidades debidas a la necesaria adaptación a la vida moderna, pero las escenografías se imponen a cada paso y nos sorprenden. Basta recorrer el eje de la ciudad barroca para llegar sin aliento a la monumental entrada del recinto que cierra la plaza de la catedral Un escenario ideal en sintonía con las fastuosas coreografías religiosas y mundanas de la época, como el palacio del seminario, el palacio arzobispal y, por supuesto, la propia catedral. Todo un espectáculo. Sin duda, Puglia es un buen lugar donde vivir. Y nuestros diez días en la bota pueden ser un pequeño pero impecable motivo para seguir alimentando las ganas de vivir. EDUARDO CIDRAQUE LORÉN Es al autor del texto y el diseñador del viaje PUGLIA, EL TACÓN DE ITALIA En la edición del viaje aventouresco a Italia de este verano que está a punto de terminar, hemos visto mucho mar y mucha costa, por algo el viaje se llamaba “Sapore di mare”. Hemos recorrido la Riviera de Levante de Liguria, llena de pueblecitos de pescadores encaramados en riscos, acantilados impresionantes y paseos marítimos con mucho encanto. Pero también se hicieron varias incursiones tierra adentro, concretamente por las comarcas históricas de la Versilia y la Lunigiana, a caballo entre Liguria y Toscana. En una de ellas se visitaron las canteras de mármol de Carrara, realizando posteriormente una visita al soberbio museo de escultura de dicha ciudad y dando un paseo por los bonitos rincones y calles que recorrió Miguel Ángel en búsqueda del bloque de mármol perfecto para sus obras. Paseando pues por la capital del mármol más famoso del mundo, un servidor, y muchos otros compañeros de viaje, nos topamos con esta curiosa inscripción en una céntrica calle. Sorprendidos y al mismo tiempo halagados de que el insigne director aragonés mereciese el honor de salir en la placa de una lejana ciudad, aunque fuese para mencionar que allí se dedicaba a empinar el codo, nos dirigimos a dar buena cuenta de unos deliciosos “testaroli al pesto” para reponer fuerzas. Pero una vez ya reposado el viaje, en casa tranquilamente, repasando las fotos tomadas, al volver a leer lo que cuenta esa placa, que “en 1930 en la pensión que tenía su sede en ese edificio, Luis Buñuel se solazaba bebiendo absenta”, algo no cuadra del todo y le entra a uno cierta duda o una mínima sospecha. Si el director de Calanda hubiese mostrado interés por el mármol, en algún documental o libro se hubiera plasmado de alguna manera su estancia en Carrara, cosa que a un servidor no le consta en absoluto. Así que, ante la duda, y aprovechando que hoy en día todo puede investigarse gracias a Internet, no se tarda en descubrir que lo que cuenta la placa es totalmente falso. Y no solo eso, sino que la ciudad de Carrara está plagada de estas placas con mensajes engañosos. A título de ejemplo, otra reza así: “En este cine, en 1973, Pier Paolo Pasolini vio “El Padrino” sin pagar la entrada”. O esta otra: “En esta plaza Jannis Kounellis quemó un bloque de mármol apuano para ennegrecerlo”. Esta curiosa iniciativa se inscribe en el Forum Nacional de Escultura Contemporánea organizado por la Unesco para artistas jóvenes, que ganó Francesco Fossati, un escultor de 30 años natural de Monza, precisamente con esta original idea de esculpir una “Fake history” (Historia falsa) en placas callejeras, que en principio iban a instalarse en Bruselas, pero que, ante la negativa de las autoridades de la capital belga, fue ofrecido a las de la ciudad de Carrara, que se mostraron encantadas de poder acoger esta muestra temporal. El proyecto consta de nueve placas dedicadas a sendos personajes, en las que se cuentan hechos falsos sobre ellos y la ciudad que acoge la muestra. Están tan bien instaladas y tan magníficamente ejecutadas que es muy difícil descubrir que se trata de un engaño, de toda una inocentada. Un engaño original y sorprendente para el viandante, si bien no exento de una cierta dosis de simpática polémica.
Los días pasados junto al mar saben bien. Estrellas que flotan en el agua, los ojos cerrados, el sonido ilimitado, y el olor del mar. Olor a sal, sabor a sal. Los días pasados junto al mar huelen bien. Ver el mar desde la orilla, lejos de todo, volver a ser un pez, el último en regresar a tierra. Los que vivimos tierra adentro añoramos, a veces, la alucinación del mar. Extrañamos el mar como se extraña aquello que nos ha pertenecido siempre y que nos fue escamoteado alguna vez. Porque a todos nos pertenece el mar y todos pertenecemos a él. Dulce y feroz, acogedor y peligroso, ese prodigio inmenso de colores inestables ruge cánticos de guerra, pero sabe entonar también las más hermosas baladas. De mar rebosa este nuevo viaje a Italia. De mar y de acantilados amados por locos y por poetas que vivieron y murieron en la espuma de sus olas. Pero también de falaces montañas, tan blancas de mármol que se dirían de nieve. Y de pueblos diminutos que se asustan de nosotros, los viajeros. Pueblos hasta ayer ausentes, adormecidos, aislados y ahora tan bellos y extraños como un canto de sirena. La paz de estos lugares se vio una vez herida por nuestro humano deseo de pasmo ante la belleza. Y ya no hay marcha atrás. No hay marcha atrás. Iniciamos el viaje... Presentación de la exposición de Jesús Navales Han sido muchos años de provocaciones e intentos. Y esos mismos, de esquivos silencios como amable ocultación de la negativa. Sí es esquivo. Y ahora, no sé si ha sido mi insistencia y terquedad, o ha habido una conjunción planetaria de tablas y lienzos, cartones y papel, iluminados con acrílico suficiente, pero no en exceso. Nada surge de la nada. La vida es el arte de combinar los opuestos como complementarios, de armonizar las filias y las fobias como quien odia el polvo y aprende a convivir con él so pretexto de que es el terciopelo del tiempo. En el arte de la vida y en la creación artística Navales hace lo que siente y lo expresa como una necesidad de dar salida a un mundo de emociones sorprendentes, turbadoras, agitadas, fascinantes, asombrosas, alucinantes. Lo que no aporta algo sobra. En la obra de Jesús está todo pensado, medido, calculado y contado 513 veces. Ni una más ni dos menos: rozando el número primo, la sección áurea y la sucesión de Fibonaci. Sabe enlazar sutilmente la sencillez de la línea y el barroquismo de la curva. Hay en su obra sobriedad estudiada, premeditada y deseada, como complemento al curvilíneo mundo envolvente. Traslada a sus obras la soledad eremítica del estudio, un ordenado descuido, el virtuoso equilibrio de lo inestable. Nada hay más tedioso que la fatuidad de los que se creen grandes sin serlo; de los que utilizan el adjetivo “artista” como tarjeta de presentación. Ni más gratificante que el que sabe lo que es y no precisa aparentar; de quien presenta su obra sin páginas huecas de autocomplacencia, en vanos listados de exposiciones y colecciones que atesoran sus obras. Aquí tenemos a Jesús Navales y su obra en estado puro. Con la misma frescura y entusiasmo que de niño pintaba con agua y con la misma rapidez que deslizaba el pincel, el sol le devolvía la desconchada realidad. Domingo Albiac Berges 6º DÍA, VENECIA 11º DÍA, IL RITORNO... COMIDA EN ROSAS
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AuthorCARMEN NAVALES CAMPOS Archives
Abril 2023
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