Decía poéticamente el gran escritor italiano Claudio Magris, algo que todos sabemos: el tiempo vuela como una bandada de pájaros después de un disparo. Porque son ya nueve años los que llevamos viajando a la imprescindible Italia; nueve viajes, nueve maneras de estar unos días al margen de nuestras rutinas e inercias.
Este planeta cambiante por el que nos movemos es un organismo vivo y todos sus accidentes lo son. Animales, personas, océanos o montañas, no paran de transformarse. Y el tiempo, esa extraña invención humana, en su inevitable embestida, modela o crea, entre otras cosas, el ensueño de un paisaje. Los Dolomitas se cuentan, de modo unánime, entre los paisajes de montaña más bellos del Planeta. Lo sabe cualquier amante de la naturaleza, cualquiera que tenga el buen tino de dar un salto hasta allí. Lo sabe incluso la fría oficialidad de la Unesco que, en el año 2009, decidió que este mundo inmemorial de extrañas y majestuosas formas, pasara a formar parte del Patrimonio Mundial de la Humanidad.
Su belleza está hecha de perfiles verticales, pináculos, agujas y torres pétreas. Perspectivas inverosímiles que solo las eras geológicas han sido capaces de formar. Pero también hay una belleza hecha de matices íntimos, como la mudable atmósfera que surge de la luz solar y que pinta de colores la roca desnuda de estas montañas alegres.
Para apreciar estos matices, para admirar todas esas perspectivas, es por lo que este año volvemos a los Dolomitas.
Este planeta cambiante por el que nos movemos es un organismo vivo y todos sus accidentes lo son. Animales, personas, océanos o montañas, no paran de transformarse. Y el tiempo, esa extraña invención humana, en su inevitable embestida, modela o crea, entre otras cosas, el ensueño de un paisaje. Los Dolomitas se cuentan, de modo unánime, entre los paisajes de montaña más bellos del Planeta. Lo sabe cualquier amante de la naturaleza, cualquiera que tenga el buen tino de dar un salto hasta allí. Lo sabe incluso la fría oficialidad de la Unesco que, en el año 2009, decidió que este mundo inmemorial de extrañas y majestuosas formas, pasara a formar parte del Patrimonio Mundial de la Humanidad.
Su belleza está hecha de perfiles verticales, pináculos, agujas y torres pétreas. Perspectivas inverosímiles que solo las eras geológicas han sido capaces de formar. Pero también hay una belleza hecha de matices íntimos, como la mudable atmósfera que surge de la luz solar y que pinta de colores la roca desnuda de estas montañas alegres.
Para apreciar estos matices, para admirar todas esas perspectivas, es por lo que este año volvemos a los Dolomitas.
Y lo hacemos desde otra esquina. Si hace seis años abordamos los Dolomitas desde el Trentino-Alto Adige, este año descubriremos estas montañas desde una zona situada más al este y riquísima en contrastes. Porque nuestro viaje se adentra en el corazón montuoso del Véneto, que acoge los Dolomitas de Belluno, los hermosos valles de Pusteria o Badia, increíbles pasos de montaña, como el célebre Falzarego. Y después están los pueblos, donde arte y paisaje se llevan de maravilla: pequeñas localidades como Pieve di Cadore, Auronzo, Dobbiaco, San Candido o Sesto; pero también auténticos contenedores de arte, como la joya renacentista de Feltre.
Además, en nuestro viaje vamos a rozar las nubes, porque ascenderemos a algunos puntos panorámicos desde los que contemplar la naturaleza agreste y primigenia de estas venerables montañas. Lugares como Lagazuoi, donde austríacos e italianos lucharon en condiciones terribles durante la Primera Guerra Mundial. Las huellas de aquella contienda permanecen todavía y son ahora oquedades y caminos asomados al abismo.
Admiraremos también el hermoso panorama que se disfruta desde lo alto del llamado Sass Pordoi que, al igual que Lagazuoi, alcanzaremos en teleférico, sobrevolando literalmente uno de los paisajes más completos y conmovedores de todo este arco alpino. No en vano, desde lo alto de esta cima, a 3000 metros de altitud, la mirada se pierde entre rocas que emergieron del mar en lejanas edades, hasta alcanzar los perfiles de cumbres tan míticas como la Marmolada, el Sassolungo o el Catinaccio.
Admiraremos también el hermoso panorama que se disfruta desde lo alto del llamado Sass Pordoi que, al igual que Lagazuoi, alcanzaremos en teleférico, sobrevolando literalmente uno de los paisajes más completos y conmovedores de todo este arco alpino. No en vano, desde lo alto de esta cima, a 3000 metros de altitud, la mirada se pierde entre rocas que emergieron del mar en lejanas edades, hasta alcanzar los perfiles de cumbres tan míticas como la Marmolada, el Sassolungo o el Catinaccio.
Y, hablando de lugares míticos, no podían faltar en nuestro recorrido Le Tre Cime di Lavaredo (las Tres Cimas de Lavaredo), cuyos colores mudables y su apariencia inverosímil, hacen de ellas uno de los símbolos indiscutibles de los Dolomitas, mil veces pintadas, fotografiadas y escaladas por quienes a ellas se acercan.
Ocasión habrá también de conocer, in situ, la conmovedora historia del desastre de la Diga del Vajont (la presa del Vajont): una aciaga noche del 9 de octubre de 1963, el Monte Toc se deslizó por la ladera de la presa y, al caer al lago, provocó una gigantesca ola que acabó con la vida de casi 2000 personas y causó la desaparición de poblaciones enteras.
Ocasión habrá también de conocer, in situ, la conmovedora historia del desastre de la Diga del Vajont (la presa del Vajont): una aciaga noche del 9 de octubre de 1963, el Monte Toc se deslizó por la ladera de la presa y, al caer al lago, provocó una gigantesca ola que acabó con la vida de casi 2000 personas y causó la desaparición de poblaciones enteras.
Pero sigamos con nuestro viaje. Al cobijo de las grandes montañas se suceden los valles y los lagos. En nuestro recorrido, transitaremos por alguno de los tramos más interesantes de la llamada Grande Strada delle Dolomiti (la gran carretera de los Dolomitas), que une Bolzano con Cortina D’ampezzo y que nos permitirá detenernos en alguno de los valles y de los lagos que han hecho único a este paisaje. Lagos como Misurina, Dobbiaco o el precioso lago de Auronzo, y valles como Pusteria o la citada Val Badia, que conserva, esta última, toda la tradición y la cultura ladina.
Son estos los hitos principales de nuestro próximo viaje a las montañas. Pero hay más. Porque en nuestros recorridos por Italia no podía faltar el arte... las ciudades de arte. Visitaremos unas cuantas: De camino al Bel Paese, en nuestro primer día de viaje, disfrutaremos de Avignon ciudad de Papas, puentes y festivales de teatro.
Recién estrenada italia, en nuestro segundo día, visitaremos la poco conocida Savona, situada en la hermosa Riviera Italiana. Y, un día antes, de entrar en contacto con el espectáculo dolomítico, conoceremos la ciudad que vio nacer al celebre Stradivarius: la sorprendente Cremona.
Recién estrenada italia, en nuestro segundo día, visitaremos la poco conocida Savona, situada en la hermosa Riviera Italiana. Y, un día antes, de entrar en contacto con el espectáculo dolomítico, conoceremos la ciudad que vio nacer al celebre Stradivarius: la sorprendente Cremona.
Cremona, como la mayoría de las ciudades de Lombardía, envueltas en nieblas invernales y sobrias en su modo de mostrarse, no puede ocultar, sin embargo, su lado extravagante y genial, hecho de nobles arquitecturas y de espacios que se abren a la maravilla. Estos espacios son la plazas. La Piazza del Comune de Cremona se cuenta entre las más conseguidas creaciones del urbanismo medieval italiano.
El interior de la catedral es espléndido, está enteramente recubierto por frescos del artista Boccaccio Boccaccino y representa uno de los episodios cumbre de la cultura figurativa lombarda del siglo XIV. Tal es así que es considerada por algún estudioso del arte como la Capilla Sixtina de la Llanura Padana.
El interior de la catedral es espléndido, está enteramente recubierto por frescos del artista Boccaccio Boccaccino y representa uno de los episodios cumbre de la cultura figurativa lombarda del siglo XIV. Tal es así que es considerada por algún estudioso del arte como la Capilla Sixtina de la Llanura Padana.
Cuando, inevitablemente, dejemos atrás las montañas nos internaremos en la hermana menor de otras ciudades de arte de la llanura Padana: en Pavía, ciudad que esconde sus misterios y bellezas entre las estrechas calles del centro histórico. Pavia es rica en iglesias fundadas por los Longobardos en el siglo X y en residencias nobiliarias. Posee además la Certosa y la magia del agua… los atardeceres incendiando los arrozales; el Ticino majestuoso y las acequias de agua clara diseñadas por Leonardo, toda una red de canales que aquí se llaman navigli.
Y finalmente, de nuevo en suelo francés, disfrutaremos de Marsella, la cual es, después de París, la ciudad francesa de mayor tamaño. Más de un millón de habitantes pueblan sus dieciséis barrios que, en su mayoría, han sabido conservar un carácter auténtico y popular.
Desde el puerto, un barco nos llevará a la famosa Isla de If,
en cuyo castillo imaginó Alejandro Dumas las peores horas del Conde de Monte Cristo.
Desde esta antigua y mítica ciudad del sur de Francia emprenderemos el regreso a nuestra casa, pero con la mente más ancha y con el espíritu bien dispuesto para seguir viajando por esos ámbitos cotidianos que se conocen como nuestra vida.
Desde el puerto, un barco nos llevará a la famosa Isla de If,
en cuyo castillo imaginó Alejandro Dumas las peores horas del Conde de Monte Cristo.
Desde esta antigua y mítica ciudad del sur de Francia emprenderemos el regreso a nuestra casa, pero con la mente más ancha y con el espíritu bien dispuesto para seguir viajando por esos ámbitos cotidianos que se conocen como nuestra vida.
EDUARDO CIDRAQUE LORÉN
Es al autor del texto y
el diseñador de todos
los viajes a Italia.
[email protected]
Es al autor del texto y
el diseñador de todos
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[email protected]