Presentación de la exposición de Jesús Navales
Han sido muchos años de provocaciones e intentos.
Y esos mismos, de esquivos silencios como amable ocultación de la negativa.
Sí es esquivo.
Y ahora, no sé si ha sido mi insistencia y terquedad, o ha habido una conjunción planetaria de tablas y lienzos, cartones y papel, iluminados con acrílico suficiente, pero no en exceso.
Nada surge de la nada.
Han sido muchos años de provocaciones e intentos.
Y esos mismos, de esquivos silencios como amable ocultación de la negativa.
Sí es esquivo.
Y ahora, no sé si ha sido mi insistencia y terquedad, o ha habido una conjunción planetaria de tablas y lienzos, cartones y papel, iluminados con acrílico suficiente, pero no en exceso.
Nada surge de la nada.
La vida es el arte de combinar los opuestos como complementarios, de armonizar las filias y las fobias como quien odia el polvo y aprende a convivir con él so pretexto de que es el terciopelo del tiempo.
En el arte de la vida y en la creación artística Navales hace lo que siente y lo expresa como una necesidad de dar salida a un mundo de emociones sorprendentes, turbadoras, agitadas, fascinantes, asombrosas, alucinantes.
Lo que no aporta algo sobra.
En la obra de Jesús está todo pensado, medido, calculado y contado 513 veces. Ni una más ni dos menos: rozando el número primo, la sección áurea y la sucesión de Fibonaci.
Sabe enlazar sutilmente la sencillez de la línea y el barroquismo de la curva. Hay en su obra sobriedad estudiada, premeditada y deseada, como complemento al curvilíneo mundo envolvente.
Traslada a sus obras la soledad eremítica del estudio, un ordenado descuido, el virtuoso equilibrio de lo inestable.
En el arte de la vida y en la creación artística Navales hace lo que siente y lo expresa como una necesidad de dar salida a un mundo de emociones sorprendentes, turbadoras, agitadas, fascinantes, asombrosas, alucinantes.
Lo que no aporta algo sobra.
En la obra de Jesús está todo pensado, medido, calculado y contado 513 veces. Ni una más ni dos menos: rozando el número primo, la sección áurea y la sucesión de Fibonaci.
Sabe enlazar sutilmente la sencillez de la línea y el barroquismo de la curva. Hay en su obra sobriedad estudiada, premeditada y deseada, como complemento al curvilíneo mundo envolvente.
Traslada a sus obras la soledad eremítica del estudio, un ordenado descuido, el virtuoso equilibrio de lo inestable.
Nada hay más tedioso que la fatuidad de los que se creen grandes sin serlo; de los que utilizan el adjetivo “artista” como tarjeta de presentación. Ni más gratificante que el que sabe lo que es y no precisa aparentar; de quien presenta su obra sin páginas huecas de autocomplacencia, en vanos listados de exposiciones y colecciones que atesoran sus obras.
Aquí tenemos a Jesús Navales y su obra en estado puro. Con la misma frescura y entusiasmo que de niño pintaba con agua y con la misma rapidez que deslizaba el pincel, el sol le devolvía la desconchada realidad.
Domingo Albiac Berges
Aquí tenemos a Jesús Navales y su obra en estado puro. Con la misma frescura y entusiasmo que de niño pintaba con agua y con la misma rapidez que deslizaba el pincel, el sol le devolvía la desconchada realidad.
Domingo Albiac Berges