Cuando se consulta un atlas de Europa, un curioso perfil capta la atención del ojo al reconocer una forma cotidiana que se torna extravagante y, al mismo tiempo, simpática. Un capricho natural quiso que la de Italia asumiera los contornos de una bota.
De inmediato, ese lugar nos atrae. ¿Qué habrá allí? nos preguntamos. Y leemos los nombres de las ciudades: Roma, Venecia, Florencia, Nápoles o Siracusa. Nombres que sugieren mitos, historia de la grande, lugares eternos.
Pero, volviendo a la bota, ésta quedaría coja si no tuviera un tacón rotundo, fuerte, en el que apoyar su parte posterior. Y ese tacón necesario es precisamente Puglia, la región que visitaremos en nuestro séptimo viaje por Italia.
El viaje es un buen antídoto contra la rutina, porque ventila la habitación cerrada que con cierta frecuencia es nuestra mente. A través de él, salimos a lo abierto, y las cosas más bonitas y sencillas adquieren una eficacia, una trascendencia insospechada. La luz, los sonidos, los colores recobran el lugar que les pertenece, para emocionar, para recordarnos que seguimos estando vivos.
De inmediato, ese lugar nos atrae. ¿Qué habrá allí? nos preguntamos. Y leemos los nombres de las ciudades: Roma, Venecia, Florencia, Nápoles o Siracusa. Nombres que sugieren mitos, historia de la grande, lugares eternos.
Pero, volviendo a la bota, ésta quedaría coja si no tuviera un tacón rotundo, fuerte, en el que apoyar su parte posterior. Y ese tacón necesario es precisamente Puglia, la región que visitaremos en nuestro séptimo viaje por Italia.
El viaje es un buen antídoto contra la rutina, porque ventila la habitación cerrada que con cierta frecuencia es nuestra mente. A través de él, salimos a lo abierto, y las cosas más bonitas y sencillas adquieren una eficacia, una trascendencia insospechada. La luz, los sonidos, los colores recobran el lugar que les pertenece, para emocionar, para recordarnos que seguimos estando vivos.
El sonido de Puglia es el del mar y el del dialecto, que trae ecos de Grecia: un sonido musical, con acentos del sur. Y si tuviera que elegir tres colores que identifican esta región, sin duda me iría al azul intenso de su mar, al verde suave de sus olivos y al cambiante tono de su piedra blanca y rosada.
Piedra blanca que define las costas de Puglia y las espléndidas catedrales y palacios de sus ciudades.
Piedra blanca que define las costas de Puglia y las espléndidas catedrales y palacios de sus ciudades.
Una de las singularidades de esta tierra es, sin duda, el mar, ligado al excepcional desarrollo de sus costas y a su configuración como puente físicamente extendido a Oriente. Un mundo entre dos mares: el mar Jónico y el Adriático. Es precisamente el mar el que narra la Puglia más conocida, pero también la más ignota. La Puglia de los pequeños puertos, de los faros, de las torres solitarias. El mar de las catedrales, de los castillos, de los turcos y de los venecianos.
La costa de Puglia ofrece grandes contrastes: alta y abrupta, pero también baja y con largas playas de arena, totalmente vulnerable, como demuestra la ininterrumpida cadena de torres de avistamiento, ya abandonadas, que en otro tiempo fueron infatigables centinelas de un horizonte frecuentemente amenazado por la llegada de los enemigos.
La costa de Puglia ofrece grandes contrastes: alta y abrupta, pero también baja y con largas playas de arena, totalmente vulnerable, como demuestra la ininterrumpida cadena de torres de avistamiento, ya abandonadas, que en otro tiempo fueron infatigables centinelas de un horizonte frecuentemente amenazado por la llegada de los enemigos.
Y una de las peculiaridades que presenta esta costa, sobre todo en la zona del Gargano, son los llamados trabucchi. El trabucco es una imponente construcción realizada en madera, que consta de una plataforma extendida hacia el mar y anclada en la roca con gruesos troncos de pino de la que se alargan dos o más largos brazos , llamados "antenas" que sostienen una enorme red llamada "trabocchetto". A través de este sistema se alcanza una gran eficacia en la pesca, pues basta con interceptar con la red los grandes bancos de peces próximos a la costa.
Pero volviendo a la costa, ésta corre veloz hacia el Salento, salpicada de pequeños promontorios. Alineadas como centinelas, desfilan a lo largo de este largo tramo costero las blancas catedrales asomadas al mar, símbolos de las ciudades que las cobijan y de las que señalan su presencia como si fueran faros
Pero volviendo a la costa, ésta corre veloz hacia el Salento, salpicada de pequeños promontorios. Alineadas como centinelas, desfilan a lo largo de este largo tramo costero las blancas catedrales asomadas al mar, símbolos de las ciudades que las cobijan y de las que señalan su presencia como si fueran faros
Y así, descubrimos lugares como Barletta, ciudad del célebre desafío entre italianos y franceses en 1503, importante por su catedral y su castillo.
Trani, espléndida ciudad de piedra blanca, salpicada de palacios, con su puerto lleno de autenticidad y su asombrosa catedral que, como un faro, vigila el Adriático.
Por supuesto, Bari, capital de la región, ciudad hermosa unida a Europa pero desde siempre proyectada con empuje hacia el Mediterráneo. La Bari Vecchia es un fascinante dédalo de callejones, plagado de iglesias, entre las que destacan la Basílica de San Nicolás, y su bizantina y oriental catedral de piedra blanca.
Trani, espléndida ciudad de piedra blanca, salpicada de palacios, con su puerto lleno de autenticidad y su asombrosa catedral que, como un faro, vigila el Adriático.
Por supuesto, Bari, capital de la región, ciudad hermosa unida a Europa pero desde siempre proyectada con empuje hacia el Mediterráneo. La Bari Vecchia es un fascinante dédalo de callejones, plagado de iglesias, entre las que destacan la Basílica de San Nicolás, y su bizantina y oriental catedral de piedra blanca.
Y, en fin, las maravillosas ciudades menores de la llamada “Terra di Bari”: como Polignano a Mare, pura escenografía , cuyo casco antiguo se asoma a un sugestivo acantilado de unos 30 metros de altura a pico sobre el mar; y la pequeña y encantadora Monopoli, el puerto más meridional de la Tierra de Bari y uno de los más importantes durante las Cruzadas. La ciudad está surcada por calles encaladas, preciosos rincones y un puerto encantador.
Al sur de Brindisi, la costa salentina, entre asperezas lunares incontaminadas e inesperadas zonas verdes, se dirige a oriente tocando Otranto.
Otranto es el centro más oriental de Italia, en cuya catedral se oyen todavía los ecos de las miles de historias que narra su espléndido mosaico. Sus callejuelas y bastiones dan cuerpo a las palabras de Roberto Cotroneo: "Otranto es una estrella colapsada donde está todo el universo, donde está la vida cotidiana y la historia, donde los años no pasan y todo parece compenetrarse, donde es fácil que los fantasmas te hablen por las calles, y donde todos son conscientes de estar en un lugar diferente, donde el tiempo se curva sobre sí mismo, no en una recta, y curvándose, se cierra".
Otranto es el centro más oriental de Italia, en cuya catedral se oyen todavía los ecos de las miles de historias que narra su espléndido mosaico. Sus callejuelas y bastiones dan cuerpo a las palabras de Roberto Cotroneo: "Otranto es una estrella colapsada donde está todo el universo, donde está la vida cotidiana y la historia, donde los años no pasan y todo parece compenetrarse, donde es fácil que los fantasmas te hablen por las calles, y donde todos son conscientes de estar en un lugar diferente, donde el tiempo se curva sobre sí mismo, no en una recta, y curvándose, se cierra".
La costa prosigue hasta Leuca, ese punto exacto en el que se mezclan las aguas del Mar Jónico y del Mar Adriático. Doblando el Cabo de Leuca retorna la costa de finísimas arenas que toca una de las ciudades míticas: Gallipoli, que significa “ciudad hermosa”. Y realmente lo es. Se asienta sobre una isla cuyo centro está dominado por la catedral, con un desfile de palacios e iglesias, alineados a lo largo de las costas que recorren el perímetro de las antiguas murallas asomadas al mar.
A lo largo de estos 800 km de variada costa, grutas y calas de gran hermosura se abren en tramos más ásperos y rocosos, a veces disimulados por la vegetación que se precipita literalmente hacia las aguas. Una de las muchas grutas de esta costa es la que visitaremos nosotros: la llamada “Grotta della Zinzulusa”.
Pero Puglia no debe imaginarse únicamente como tierra de mar. De hecho, se la conoce como la tierra más llana de Italia
En el interior, el olivo es la verdadera catedral de los campos, sólido y austero como un gran patriarca, nudoso y monumental como una escultura pero, sobre todo, generoso y antiguo como la civilización mediterránea.
En la frontera con Basilicata se extienden las llamadas Murge, yermos barrancos pétreos que se extienden hasta el puerto de Taranto, atravesando un paisaje rico de historia y cultura, lleno de melancolía. Aquí comienza el hábitat rupestre, el de los asentamientos agrícolas construidos excavando en la toba, el de las relaciones imposibles entre gruta y territorio, el del triunfo de las pinturas rupestres en las que se refleja no tanto el eremita, como el hombre y su vida cotidiana. Y si, apenas a pocos kilómetros de distancia, las blancas catedrales de mar y de tierra constituyen la peculiaridad y el signo del hombre y de su territorio, aquí son los muros alzados por la mano humilde del campesino las que atestiguan su presencia, silenciosa y discreta, pero activa y llena de dignidad.
Mas hay un lugar en en este mundo excavado, único e irrepetible, que asombra y adquiere la categoría de milagro. La ciudad rupestre por antonomasia: Matera. Considerada en los años 50 del siglo pasado como «la vergüenza de Italia», por sus miserables condiciones de vida: el analfabetismo era endémico, hombres y mujeres convivían en un único espacio, sin luz eléctrica ni agua corriente. Pero con muchos años de esfuerzo ha sido capaz de proyectar su propio futuro y convertirse en un modelo para el sur de Italia. Los «Sassi de Matera», esa increíble retícula de casas excavadas en la roca, y el conjunto de sus iglesias rupestres fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1993.
En el interior, el olivo es la verdadera catedral de los campos, sólido y austero como un gran patriarca, nudoso y monumental como una escultura pero, sobre todo, generoso y antiguo como la civilización mediterránea.
En la frontera con Basilicata se extienden las llamadas Murge, yermos barrancos pétreos que se extienden hasta el puerto de Taranto, atravesando un paisaje rico de historia y cultura, lleno de melancolía. Aquí comienza el hábitat rupestre, el de los asentamientos agrícolas construidos excavando en la toba, el de las relaciones imposibles entre gruta y territorio, el del triunfo de las pinturas rupestres en las que se refleja no tanto el eremita, como el hombre y su vida cotidiana. Y si, apenas a pocos kilómetros de distancia, las blancas catedrales de mar y de tierra constituyen la peculiaridad y el signo del hombre y de su territorio, aquí son los muros alzados por la mano humilde del campesino las que atestiguan su presencia, silenciosa y discreta, pero activa y llena de dignidad.
Mas hay un lugar en en este mundo excavado, único e irrepetible, que asombra y adquiere la categoría de milagro. La ciudad rupestre por antonomasia: Matera. Considerada en los años 50 del siglo pasado como «la vergüenza de Italia», por sus miserables condiciones de vida: el analfabetismo era endémico, hombres y mujeres convivían en un único espacio, sin luz eléctrica ni agua corriente. Pero con muchos años de esfuerzo ha sido capaz de proyectar su propio futuro y convertirse en un modelo para el sur de Italia. Los «Sassi de Matera», esa increíble retícula de casas excavadas en la roca, y el conjunto de sus iglesias rupestres fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1993.
Habitada desde el Paleolítico, Matera se hizo famosa en todo el mundo después de que Pier Paolo Pasolini filmara en el año 1964 «El Evangelio según San Mateo». Impresiona el modo en que la ciudad ha conservado su antigua identidad. Hay habitaciones excavadas en la piedra que tienen miles de años y que recuerdan las construcciones que un tiempo se realizaban en Jerusalén y en Oriente Medio. También los eremitas que escaparon de Asia Menor en el siglo VII d. C. edificaron allí sus capillas subterráneas. Estamos, en suma, ante un paisaje y un centro histórico únicos en el mundo.
La reina de las ciudades blancas de esta zona es, sin duda, Ostuni. Estamos ante una de las imágenes típicas de Puglia. A Ostuni se la conoce, precisamente, como "la ciudad blanca", ciudad que se desarrolla en la cima de tres colinas con una excepcional posición panorámica, emergiendo del paisaje que la rodea, con el encanto de la cal que blanquea sus casas aterrazadas, dispuestas alrededor de la antigua acrópolis, lugar que hoy ocupa su magnífica catedral, que contrasta en su color rosado con la blancura de las casas.
En la época medieval poseer una reliquia indicaba la dignidad del lugar y garantizaba benevolencia y protección. Y entre todas las reliquias, una de las más célebres es la que corresponde a los huesos de Nicolás, obispo de Myra en Asia Menor, que fueron transferidos a Bari en el año 1087. La llegada de sus reliquias señaló el punto de partida para la edificación de una de las basílicas más importantes de la cristiandad. Las reliquias y la impresionante basílica hicieron grande a la ciudad de Bari.
Esta maravillosa basílica es una etapa obligatoria en las vías de peregrinación, y constituye un punto de referencia imprescindible de la arquitectura medieval, con novedades estructurales provenientes del norte que se mezclan con la tradición bizantina, siendo el prototipo de todos los edificios religiosos construidos en la Tierra de Bari entre los siglos XII y XIII.
Esta maravillosa basílica es una etapa obligatoria en las vías de peregrinación, y constituye un punto de referencia imprescindible de la arquitectura medieval, con novedades estructurales provenientes del norte que se mezclan con la tradición bizantina, siendo el prototipo de todos los edificios religiosos construidos en la Tierra de Bari entre los siglos XII y XIII.
Si hablamos de castillos, sin duda, la metáfora del poder, el castillo más misterioso y perfecto, el más extraño y aislado es el que ordenó construir Federico II. Se trata del imponente Castel del Monte. En el castillo se funden elementos románicos, góticos, clásicos y hebraicos. La planta del edificio es muy característica. En ella se repite el número ocho continuamente. La planta es octogonal con ocho torreones también octogonales en cada ángulo.
El patio interior es asimismo octogonal. Está compuesto por dos pisos y en cada uno hay ocho habitaciones.
No hay acuerdo sobre cuál fue su función, la teoría oficial dice que es un pabellón de caza, ya que al rey le gustaba mucho la cetrería, pero es un castillo enorme para esa función y además no tiene cocina, algo indispensable para ese tipo de construcciones. Castillo defensivo tampoco es, porque ni tiene foso, ni almenas, ni saeteras, ni ningún elemento que sirva para la defensa y no está en ningún sitio estratégico. Algunos estudiosos sostienen que, en realidad, es un observatorio astrológico y matemático, una especie de recorrido iniciático que solo ese rey tan enigmático pudo construir. Un emperador que en su época mereció el sobrenombre de “Estupor del Mundo”.
No hay acuerdo sobre cuál fue su función, la teoría oficial dice que es un pabellón de caza, ya que al rey le gustaba mucho la cetrería, pero es un castillo enorme para esa función y además no tiene cocina, algo indispensable para ese tipo de construcciones. Castillo defensivo tampoco es, porque ni tiene foso, ni almenas, ni saeteras, ni ningún elemento que sirva para la defensa y no está en ningún sitio estratégico. Algunos estudiosos sostienen que, en realidad, es un observatorio astrológico y matemático, una especie de recorrido iniciático que solo ese rey tan enigmático pudo construir. Un emperador que en su época mereció el sobrenombre de “Estupor del Mundo”.
Entre los siglos XIV y XV, los príncipes de Taranto edificaron en Galatina, en el corazón del Salento, una iglesia franciscana que uno nunca esperaría encontrar en Puglia. Una basílica gótica, completamente recubierta de frescos, que recuerda la famosa basílica de Asís, decorada por Giotto. Los comitentes de la basílica llamaron a numerosos pintores del centro de Italia, que llevaron a cabo los impresionantes frescos que recubren las paredes y las bóvedas de la basílica, con escenas del Apocalipsis, del Génesis, de la vida de Cristo y de la vida de Santa Catalina de Alejandría.
Se diría que Lecce es vistosa y redundante. Sin embargo, su encanto es simple y refinado. Su centro histórico presenta discontinuidades debidas a la necesaria adaptación a la vida moderna, pero las escenografías se imponen a cada paso y nos sorprenden. Basta recorrer el eje de la ciudad barroca para llegar sin aliento a la monumental entrada del recinto que cierra la plaza de la catedral
Un escenario ideal en sintonía con las fastuosas coreografías religiosas y mundanas de la época, como el palacio del seminario, el palacio arzobispal y, por supuesto, la propia catedral. Todo un espectáculo.
Un escenario ideal en sintonía con las fastuosas coreografías religiosas y mundanas de la época, como el palacio del seminario, el palacio arzobispal y, por supuesto, la propia catedral. Todo un espectáculo.
Sin duda, Puglia es un buen lugar donde vivir. Y nuestros diez días en la bota pueden ser un pequeño pero impecable motivo para seguir alimentando las ganas de vivir.
EDUARDO CIDRAQUE LORÉN
Es al autor del texto y
el diseñador del viaje
PUGLIA, EL TACÓN DE ITALIA
Es al autor del texto y
el diseñador del viaje
PUGLIA, EL TACÓN DE ITALIA