En el viaje realizado en estos últimos días, hemos podido admirar una buena colección de “sarcófagos etruscos”, piezas que alcanzaron ya su forma definitiva hacia el siglo VI a.C. Fue en estas fechas cuando se realizaron los más conocidos: el Sarcófago de Villa Giulia (Roma) y el que hay en el Louvre, procedentes de las necrópolis de Banditaccia y de Cerveteri, ambas visitadas en el viaje La Sonrisa Etrusca. En los dos casos se trata de esculturas de terracota que representan a una pareja tendida en un lecho o kliné, en actitud cariñosa, seguramente asistiendo a un banquete. Resulta conmovedora la postura de intimidad y confianza entre ambas figuras, y la elegante expresividad de los gestos del rostro (fijados en una sonrisa intemporal) y de las manos, que parecen sostener una copa. Pero yo no quería hablar de éstos, sin duda encantadores y famosísimos, sino del que pude disfrutar en el Museo Guarnacci de Volterra. Es un sarcófago más moderno, ya del siglo I a.C., y también representa a una pareja reclinada en el lecho del banquete. Quizás ésta es la única semejanza con sus “antepasados” etruscos. Además del material en que están hechos (piedra y no terracota), ambas figuras se visten y peinan ya al estilo romano, cosa lógica dada su fecha y el hecho de que Roma, para entonces, ya había dominado toda la península itálica. Pero lo que más las diferencia de sus precedentes es la relación que parece existir entre el hombre y la mujer. Los esposos, ya mayores, se miran intensamente a los ojos. Parecen comunicarse en silencio. Una de esas conversaciones que tienes con alguien a quien conoces tan a fondo, que ni siquiera es necesario ponerle palabras. Yo puedo imaginar fácilmente una historia de amor entre esta pareja de terracota: se conocieron muy jóvenes y se quisieron tiérnamente durante toda su vida, y así eligieron permanecer en el más allá... Pero a mi pareja les obligaron a casarse por intereses familiares. No se amaron, en el sentido romántico del término, probablemente nunca. Yo no veo entrega en sus miradas; más bien me los imagino cimentando su intimidad a base de confianza y sinceridad. Las han pasado buenas, regulares y malas, sobre todo de las últimas, pero las han pasado juntos. Veo compañerismo y estima, probablemente cordialidad y cariño. Me parecen admirables y conmovedores. Este artículo ha sido escrito por Elena Piedrafita, Doctora en Historia Medieval y Licenciada en Historia del Arte. |
5 Comentarios
Cruz
9/10/2014 05:40:27
Que bonitos Elena. Que envidia... Y que descubrimiento, Desde mi desconocimiento, los etruscos me fascinan... Esto lo vere !!!!
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Edu
9/11/2014 02:35:58
Es cierto Elena, los rostros de estos etruscos que descansan en Volterra ofrecen, a quienes la quieran leer, toda una historia de vida, tal vez toda una historia de amor...etrusco però.
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Pedro
9/11/2014 03:13:46
Comparada con otras esculturas, esta parece la más actual. Parecen dos campesinos o dos personas normales y corrientes que podrías encontrarte ahora mismo por la calle. Daban ganas de quedarse un buen rato mirando esos rostros.
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Lourdes
9/11/2014 05:04:07
Perfecta la escultura, dan ganas de volver a verla. Estupendo el artículo, Elena.
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AuthorCARMEN NAVALES CAMPOS Archives
Abril 2023
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